Dos espacios, dos propuestas: un bar de tapas que cambian continuamente y un restaurante coqueto con una carta que no se limita a la clásica elaboración a la gallega, sino que, sin perder el acento, busca fórmulas menos trilladas en los gallegos tradicionales.
La tortilla de betanzos, las croquetas y las empanadas merecen un potente respeto, junto con el resto de opciones de tapeo y sus vinos, en una de las zonas más castizas y animadas del centro de Madrid.
Su decoración actual rompe con la estética tradicional de los restaurantes gallegos, siempre asociados a lo rústico. |