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Pimientos de Padrón...ahora de Herbón |
Por Manolo Méndez |
Con el verano a la vuelta de la esquina, llega puntualmente el tiempo sazón de un producto genuinamente estival: esos delicados pimientos minúsculos de filiación galaica, –aunque no todos lo sean, genuinamente gallegos-: los pimientos que, de toda la vida fueron y son, bien conocidos como “de Padrón”, y que ahora han mudado en su nombre, sin dejar de ser los mismos, por el de su nueva denominación oficial, “de Herbón”. La lucha por esa aclaración de denominación viene de muy lejos, de hace ya bastantes años, cuando arrancó la moda (magnífica y oportuna, por otra parte) de distinguir los productos genuinos de una zona con una Denominación de Origen oficial. Los de Padrón, habrá que reconocerlo, no se dieron la prisa conveniente, y cuando quisieron amparar los suyos descubrieron, con frustración, que el nombre de “pimientos de Padrón” ya había sido registrado por un avispado cultivador murciano. ¿Qué hacer, entonces? Pues que dejaron pasar otros muchos años en el empeño, al fin imposible, de revocar aquel registro. Al fin, convencidos de la inutilidad del empeño, y advertidos, con gravísima alarma, de que el mercado de los “pimientos de Padrón” se saturaba cada vez más con producciones levantinas y andaluzas, y hasta marroquíes con harta frecuencia en las últimas campañas, decidieron cambiar de estrategia y recabar de Bruselas la Denominación de Origen protegida “pimientos de Herbón”. El expediente comunitario se vino a resolver al fin, con ese nombre, va para dos años, los que lleva en vigencia constituido el Consejo Regulador, que ampara en la actualidad a algo más de medio centenar de cultivadores, con una producción que se aproxima ya a las 150 toneladas por campaña. Dados los buenos resultados de las dos cosechas que se han puesto en el mercado bajo esa nueva D.O. todo hace pensar que las cifras, tanto de cultivadores acogidos, como de la superficie amparada, vendrán a doblarse, al menos, en muy poco tiempo. El nombre elegido, desde luego resulta ideal, ya que fue en esa parroquia de Herbón donde primero se cultivaron estos genuinos pimientos, pero para el futuro de la Denominación se espera amparar un territorio mucho mayor, que incluya a todo el municipio de Padrón, además del resto de la comarca del Sar, tan rosaliniana ella, con núcleos como Rois y Dodro, y hasta también los municipios vecinos de Cesures y Valga.
En esto del picante –rabiosísimo picante en algunos casos- la historia es liante y enredosa, y convendrá estar avisado de ella. Empecemos por decir que los genuinos “de Herbón” casi nunca nos sorprenden con un picante tan enrabietado. Años de selección –y un programa específico desarrollado por la Universidad de Santiago para atajar el problema- lo ha ido atemperando. Lo que ocurre es que, cuando este pimiento, adaptado por siglos a las empapadas tierras del finisterre atlántico, se trasplanta a otras tierras muy diferentes y mucho más secas, como lo pueden ser las del sur de Murcia o de Almería, y no digamos ya Marruecos, dan como resultado unos pimientos de igual apariencia externa, pero de agresivo picor en un buen porcentaje de ellos. Ya en la sartén, habremos de disponer ésta con una razonable cantidad de aceite –más bien más que menos-; por supuesto, de un buen aceite de oliva virgen. En él echaremos los pimientos cuando ese aceite esté todavía más bien templado; luego, tapamos la sartén con una tapadera, y dejamos que se hagan un par de minutos. Los destapamos, les damos la vuelta, y dejamos que se hagan –aquí entra lo de “la mano y el toque”- otro par de minutos más.
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